NUNCA SILBES POR LAS NOCHES.
Leido en El Espejo Gotico
Una leyenda compartida por muchas culturas de todo el mundo, que luego sería revalorizada por la parapsicología y el estudio general de los fenómenos paranormales, sostiene que no es prudente silbar por la noche. En la mayoría de las versiones de la leyenda, participar en esta práctica es como una invitación a los espíritus malignos.
«Comenzó a eso de las diez de la segunda noche. Tom y yo estábamos en la biblioteca cuando oímos un silbido espantoso y sobrenatural que venía del corredor este (...) Era un silbido prolongado, monstruoso e inhumano, que llegaba de muy lejos (...) El abominable silbido se convirtió
en un extraordinario aullido y, de repente, con la rapidez del trueno, se hizo un absoluto silencio.» [La habitación que silbaba (The Whistling Room), William Hope Hodgson]
Este tipo de incidentes [supuestamente] paranormales ocurre con mayor frecuencia durante la noche, cuando la persona está sola, o es la única que está despierta, y la casa está en silencio. Por costumbre o por esa necesidad humana de llenar el silencio, la persona silba, pero no un silbido armónico, por ejemplo, como al tratar de seguir la melodía de una canción, sino un sonido aleatorio, estridente. Entonces, se oye otro silbido, que puede ser distante o inquietantemente cercano, que responde.
Si la persona tiene la desafortunada idea de continuar ese diálogo, la respuesta ya no será un silbido, sino un chillido ensordecedor [ver: Escucho sonidos del pasado]
En la mayoría de las culturas nativas, no se debe silbar por la noche porque «algo» puede venir por uno. La leyenda originalmente estaba dirigida a alertar a los caminantes sobre los peligros de estas entidades que imitan el silbido humano para atraer a la gente a la oscuridad. Hoy en día se lo considera una vieja superstición, pero mucha gente, especialmente en las zonas rurales, todavía cree en esto [ver: Un espíritu está tratando de comunicarse conmigo]
Desde las hadas europeas a los skinwalkers de los nativos norteamericanos, muchas culturas consideraban que ciertas entidades de la naturaleza pueden sentirse atraídas por determinados sonidos, como los silbidos, que pueden imitar a la perfección para atraer a los incautos [ver: Espíritus que imitan la voz humana]. De hecho, se creía que estos seres pueden imitar la voz de personas que conoces, el llanto de un bebé o el angustioso pedido de ayuda de una mujer en la oscuridad. La condición previa para que ocurran estos sucesos es un perfecto silencio, algo difícil, por no decir imposible, en un entorno natural. La creencia es que hay algo ahí afuera que no debería estar, y los animales se han retirado o se mantienen en un estado de prudente alerta. Responder el silbido es un error porque eso le da reconocimiento y mayor facilidad para localizarte.
La advertencia subyacente en todo esto es: nunca silbes de noche porque no sabes qué puede estar acechando y ubicarte, ya sea desde el mundo espiritual o el físico.
Una antigua leyenda galesa alerta a los caminantes nocturnos que se aventuran por caminos solitarios, cuando no directamente por el bosque, y escuchan este silbido lejano que parece continuar sin interrupción. Si la persona sigue caminando, el silbido continúa, pero cada vez más apagado, como si se alejara. Pero si el caminante se detiene, el silbido se corta abruptamente y aparece un hombre bajo, de cuerpo ancho, con un sombrero de ala ancha que oculta sus facciones, caminando torpemente en la dirección contraria. Se le debe saludar con cortesía y no interponerse en su camino. Al pasar, el hombre bajo seguirá silbando en ese tono constante y monótono, sin pausa.
«Daba la sensación de una lejanía infinita Era un sonido, además, que parecía poseer (como poseen también muchos olores) el don de suscitar imágenes en el cerebro. Por un momento vio con absoluta claridad la escena de un paraje inmenso en la oscuridad de la noche, barrido por un viento frío, en cuyo centro aparecía una figura solitaria.» [Silba y acudiré (Oh, Whistle and I'll Come to You), M.R. James]
Una de las 8 fases de la actividad Poltergeist consiste en oír voces o silbidos que imitan el tono característico de alguien conocido, a veces vivo, otras que ha vivido en la casa, pero con un tono burlón. La persona, por ejemplo, puede escuchar que algo imita su propia voz en otra habitación o detrás de una puerta cerrada. Esto es algo bastante común en las primeras instancias del Poltergeist. La recomendación es intentar ignorarlo, no entablar una conversación ni hacer ningún tipo de contacto o comunicación con la entidad. Solo buscan atención y reconocimiento, que logran al obtener una respuesta. Tampoco se debe hablar de «ellos» con nadie dentro de la casa [ver: Escuchar fantasmas en la casa]
Algunas personas tienen la experiencia de escuchar silbidos durante la noche justo después de acostarse, antes de quedarse dormidas, casi siempre el silbido característico de alguien que conocen, o que ha fallecido, el cual resulta claramente familiar. En estos casos, no es infrecuente que este silbido específico sea el que la persona usaba para llamar la atención de los demás. No suele escucharse cerca, como a los pies de la cama, algo que sucede con frecuencia en los Poltergeist, sino siempre desde cierta distancia, o incluso desde otra habitación.
«Un tenue silbido, inconfundiblemente burlón, sonó en la habitación. Un escalofrío helado me subió por la espalda y, después de recorrer la frente, se alojó en mi nuca. El repugnante sonido llenaba toda la habitación con una extraordinaria y grotesca parodia del silbido humano, aunque resultaba demasiado gigantesco para proceder realmente de un hombre. Era como si algo monstruoso intentase silbar como un ser humano.» [La habitación que silbaba, W.H. Hodgson]
Ahora bien, antes de empezar a considerar un origen sobrenatural para estos silbidos hay que tener en cuenta explicaciones más terrenales. La información auditiva no siempre es procesada con fidelidad por el cerebro, que por diseño busca amenazas en todas partes. Tampoco es infrecuente experimentar flashbacks auditivos antes de quedarnos dormidos, que pueden ser voces, sonidos y silbidos que escuchamos durante el día y que parecen volver a sonar dentro de la cabeza. A veces la persona puede escuchar un grito antes de quedarse dormida, o más generalmente la voz de alguien conocido que la llama por su nombre [ver: Algo me llamó por mi nombre]
Por supuesto, la hipótesis sobrenatural/astral se apoya sobre el mismo principio: cuando la recepción de información se produce en un estado de trance/disociativo del cerebro, por ejemplo, durante el sueño leve, la concentración, la meditación, puede inducir cambios en el procesamiento auditivo y abrirnos a una percepción más amplia de la realidad. En otras palabras, a escuchar cosas que no podemos escuchar cuando nuestro cerebro está trabajando con plena lucidez.
Todas las historias sobre bosques embrujados y genius loci se basan en la siguiente premisa: SIEMPRE HAY ALGO ESCUCHANDO. En este contexto, las entidades que la mayoría de nosotros trataría de evitar a menudo son convocadas inadvertidamente mediante la práctica, en apariencia, inocua, de silbar. Aunque es perfectamente aceptable a la luz del día, antiguamente se creía que silbar durante la noche, también dentro de casa, es buscar problemas.
Desde siempre se creyó que, en las horas de la noche, las entidades malévolas pueden asomarse e incluso desgarrar el velo invisible que nos separa de ellas. Por supuesto, en ninguna tradición se dice que pueden hacerlo sin una invitación. De hecho, muchos grimorios explican al practicante temerario que silbar en el tono adecuado puede invocar a estos instrumentos de oscuridad. Pero, ¿qué tiene que ver esto con la persona común y corriente que, sin albergar mala intenciones, silba imprudentemente en la ducha? Según el espiritismo, mucho. Allan Kardec, autor de El libro de los espíritus (Le livre des espirits), sostiene que silbar en el tono óptimo podría explicar las manifestaciones repentinas que tienen lugar en hogares sin antecedentes previos de actividad paranormal [ver: Señales de que hay un espíritu en tu casa]
Después de escuchar silbidos de respuesta, voces imitadas y otros fenómenos auditivos menores, las personas que han invocado inadvertidamente a estas entidades pueden observar figuras solitarias en sus casas, siluetas oscuras, a veces indefinidas, que comienzan a condensarse luego de recibir atención y reconocimiento [ver: Gente Sombra]. Por razones que nadie ha sabido explicar, estas figuras suelen ser vistas en los rincones en penumbras, inmóviles. Cuando se las confronta, se desintegran en una especie de humo o vapor que se derrama sobre el suelo, o bien flota a través del techo. Después de recuperar la compostura, los conmocionados ocupantes de la casa llegarán a la conclusión de que están siendo atacados por una presencia sobrenatural. Rara vez se considerará que esta presencia ha sido invitada a entrar en sus vidas con un simple silbido. Si uno toma al pie de la letra estas leyendas, prácticamente cualquier cosa que hagamos puede atraer invitados indeseables del otro mundo.
«Las leyes que rigen los vientos no son perfectamente conocidas. Supongamos que, en determinadas circunstancias, un hombre o a una mujer, a deshora, silba en la costa y poco después se levanta un fortísimo viento. Cualquier entendido que sepa observar el cielo o que tenga un barómetro habría podido predecirlo. Pero las gentes sencillas no poseen barómetros. ¿Qué más natural que considerar al personaje extravagante que yo he supuesto como causante del viento? Ahora tomemos el caso del viento de anoche: resulta que yo mismo estuve silbando, dos veces, y el viento pareció levantarse exactamente como si respondiera a mi llamada.» [Silba y acudiré, M.R. James]
Una práctica bastante extendida entre los iniciados a la nigromancia consistía en esperar a la puesta del sol, dejar una sola ventana abierta, y silbar en un tono alto y constante, ininterrumpidamente, durante treinta segundos [una proeza para pocos] hasta escuchar una especie de chasquido. Si el procedimiento tenía éxito, una ráfaga de aire caliente atravesaría la ventana y daría de lleno sobre el practicante. Uno presume que esta práctica debería realizarse en las noches invernales, o en anocheceres fríos, porque, razonando como M.R. James, quedarse frente a una única ventana abierta resultará en sentir una eventual ráfaga de viento; es decir, ese es el resultado previsible en esta situación, independientemente de invocaciones y demonios. Quizás por eso se habla de una ráfaga de aire «caliente» [ver: El Hombre de Lino: análisis de «Silba y acudiré»]
Por un lado, tenemos culturas diferentes de todo el mundo que creen en criaturas o entidades sobrenaturales que silban por la noche para desviar a las personas de su camino y atraerlas al peligro. La mayoría de estos seres son considerados espíritus de la naturaleza, o encarnaciones del bosque, que buscan extraviar a los viajeros. Por otro lado tenemos los fenómenos Poltergeist, que se producen puertas adentro, y que involucran entidades que silban o imitan el silbido de alguien conocido para las personas que viven en la casa, pero dentro de una batería de actividad. El silbido de los imitadores no parece ser demasiado fiel al original, pero hay casos en los que no solo logran engañar a las personas de la casa, sino a las mascotas.
El psicoanalista y parapsicólogo británico Nandor Fodor, seguidor aventajado de Sigmund Freud, consideraba que las perturbaciones de los Poltergeist son manifestaciones de conflictos subconscientes, no entidades autónomas. En el libro de 1951: Gente embrujada (Haunted People) relata la historia de una pareja que, estando en la sala, escucharon a un hombre silbando una melodía. El sonido provenía de la cocina, y ambos fueron hasta allí pensando que el silbido se filtraba por una ventana abierta. Sin embargo, a medida que se acercaban a la cocina, el silbido se interpuso entre ellos, pasó de largo y se lo oyó subiendo las escaleras, como si algo hubiera pasado caminando, preocupado en sus propios asuntos. No se oyeron pasos arriba, tampoco otros fenómenos, pero, al ser interrogados por Nandor Fodor, el esposo sostuvo que estaba experimentando una terrible pesadilla recurrente en la que seres demoníacos se arrastraban sobre él y trataban de asfixiarlo. Incapaz de gritar, el hombre solo podía emitir un sonido sibilante [ver: Sentir que hay un espíritu en casa]
En El libro de los médiums (Le livre des médiums), Allan Kardec recoge el testimonio de muchas mujeres médiums [la mayoría, farsantes de feria] que coincidían en algo en sus discursos sobre el proceso mediúmnico. Al parecer, estas médiums experimentaban una especie de zumbido en los oídos, y a veces un silbido grave, cada vez que un espíritu intentaba comunicarse, seguido de una sensación de hormigueo subiendo por la nuca hasta llegar al cuero cabelludo. Una médium afirmó que los espíritus podían volverse bastante impacientes si no les prestaba atención, y que, en ciertos espacios interiores, solía escuchar un fuerte ¡Pssst! detrás de ella.
En 1930, el polítco estadounidense Upton Sinclair escribió un libro titulado Radio mental (Mental Radio) sobre las supuestas habilidades telepáticas de su esposa, Mary. Al parecer, Mary Craig Sinclair solía escuchar un silbido singular proveniente de algún lugar recóndito de la casa, que poco a poco se iba acercando a ella, hasta que eventualmente sonaba como si estuviera justo a su lado. Después de un espacio de tiempo donde no ocurría nada destacable, aparecía otro silbido, con una melodía distinta, afuera o en el pasillo de entrada. Según ella, eran dos entidades comunicándose mediante silbidos, aunque se abstuvo de proporcionar algún argumento que sostenga esa hipótesis [ver: ¿De qué están hechos los espíritus?]
Si bien la presunción de Nandor Fodor de que
los fenómenos paranormales son manifestaciones externas del subconsciente, no entidades inteligentes generando problemas, coincide en que estas fuerzas internas utilizan el mismo combustible del que tradicionalmente se alimentan los espíritus de la naturaleza: el miedo. Y es un combustible que se quema lentamente, tal vez por eso la mayoría de los informes paranormales sobre apariciones y actividades de tipo poltergeist parecen comenzar poco a poco.
Inicialmente están los típicos sonidos de pasos, golpes, seguidos del movimiento/desplazamiento/pérdida y reaparición de objetos pequeños, hasta llegar a estímulos auditivos más concretos, como voces o gritos; y tal vez apariciones visuales de sombras y figuras [ver: Pasos, golpes, objetos que caen y otros ruidos inexplicables]. Finalmente llegamos a la instancia de las lesiones, como rasguños y cortes [ver: Arañazos, rasguños y marcas en la piel durante la noche]. Siempre encontramos la misma progresión. ¿Por qué? Asumiendo que estas entidades son reales [en términos sobrenaturales o subconscientes], y considerando que necesitan energía, miedo, para existir o manifestarse, ¿cuál es el punto de partida en esta progresión? ¿Podría ser algo tan ínfimo como un silbido?
Existen varios tipos diferentes de manifestaciones externas, y la forma en que estas entidades reaccionan ante los vivos depende de qué tipo de apariciones sean. Los tipos principales son: energías residuales [no inteligentes y no conscientes de su entorno], inteligentes [genius loci, doppelgängers, elementales, etc.], poltergeist, y entidades que muchos llaman «demoníacas», aunque no estoy satisfecho con esa denominación. Que el miedo realmente los alimente, o no, depende en gran medida del tipo de entidad. A lo sumo, el miedo y otros sentimientos negativos asociados les proporcionan una ventaja.
Los silbidos iniciales gradualmente se transforman en voces, que no suenan en absoluto como voces ordinarias. Parece como si la entidad tuviera que dominar un medio extraño para convertir los sonidos en palabras. La mayoría de estos incidentes comienzan con una voz gutural que suena como si estuviera compuesta de gruñidos inarticulados, como si tosiera las palabras. Poco a poco las voces se desarrollan hasta convertirse en un susurro bajo pero audible.
Las apariciones residuales son como la grabación de un evento que se reproduce una y otra vez a lo largo del tiempo, activándose en determinadas circunstancias [ver: ¿Los fantasmas son «grabaciones» impresas en la realidad?]. Esta grabación posee un patrón, un registro, y no se mueve de ahí. Los silbidos podrían inscribirse en este fenómeno sólo si se producen en intervalos regulares [ver: La teoría de la Cinta de Piedra]
Una entidad inteligente, por otro lado, tiene una intención, es consciente de su entorno, y parece necesitar del reconocimiento de las personas vivas para obtener energía, o autorización, para manifestarse con mayor intensidad. Esto puede ser interesante o aterrador, dependiendo de la personalidad de la entidad [ver: ¿Los fantasmas saben que están muertos?]
En el caso de un poltergeist, hay alrededor de ocho etapas diferentes, pero siempre comienza con sonidos débiles: pasos, crujidos, risitas, gruñidos, murmullos o voces distantes que simplemente no puedes distinguir. En una instancia posterior pueden escucharse golpes, gritos, voces que llaman a las personas por sus nombres, etc. La siguiente etapa es el movimiento [aparentemente] autónomo de objetos [el lanzamiento de piedras sigue siendo popular], que a veces son pertenencias pequñas que desaparecen y reaparecen en otro lugar, aunque a veces nunca lo hacen [ver: ¿Por qué las cosas se pierden en tu casa?]. La cuarta fase es la comunicación. A veces la entidad nos mostrará un código de golpes [uno para «sí», dos para «no»], que puede volverse bastante más complejo que eso, por ejemplo, utilizando manchas de moho y humedad [ver: Un golpe: «SÍ»; dos golpes: «NO»; tres golpes: «DÉJAME ENTRAR»]. En ocasiones la comunicación intentará establecerse a través de silbidos. Por norma general, las afirmaciones hechas por entidades durante un poltergeist son mentiras.
Las manifestaciones «demoníacas» [a las que sería mejor referirse como «destructivas»] son el tipo más famoso, lo cual es extraño, porque también son el tipo más raro [ver: Sobre las apariciones demoníacas]. Las entidades miserables del bajo astral a menudo se intentarán convencer a las personas de que son demonios con nombres terribles y grandilocuentes para ejercer mayor autoridad y control. Por el contrario, una entidad destructiva nunca revelará su verdadera naturaleza, y tratará de disfrazar sus actividades afirmando que es el fantasma de la abuela o alguna patraña similar. La intención de estas fuerzas, además, es distinta de lo que hemos visto en los ejemplos anteriores. A los golpes, rasguños, susurros y gruñidos se añaden anomalías eléctricas, todo dirigido hacia un objetivo particular. La persona no puede dormir, o mantenerse dormida, y empieza a desarrollar bruscos cambios de personalidad. Una persona bajo el influjo de una entidad destructiva puede reaccionar ante sus seres queridos de la manera más agresiva por hacerle una sencilla pregunta [ver: Cómo protegerse de las entidades del bajo astral]
En general, los silbidos no están relacionados con entidades destructivas, tampoco con el genius loci, que suele ser hostil al sentir que su territorio es perturbado. El Poltergeist es la opción más común, aunque estas fuerzas no siempre calibran cuánto se necesita para asustar a las personas y la situación puede desbordarse cuando la actividad aumenta. A medida que la gente se acostumbra a las cosas pequeñas, como los silbidos, intensifican el juego para asustarte.
Por supuesto, antes de atribuir estos sonidos a cuestiones espirituales primero debemos descartar explicaciones mundanas, como las emisiones otoacústicas espontáneas. El oído humano genera sus propios ruidos; de hecho, la mayoría de las personas adultas con una audición normal los tienen. Estos sonidos normalmente se perciben como un leve silbido o zumbido, y carecen de melodía. Esto explicaría por qué algunos de estos silbidos son esuchados por una sola persona en la casa. Sin embargo, esta misma explicación podría aplicarse al fenómeno de la clariaudiencia, es decir, la capacidad de escuchar sonidos que están más allá del rango normal de audición.
La emisiones otoacústicas espontáneas son crudas. No poseen ningún elemento inquietante, a lo sumo, pueden ser algo muy molesto; pero la clariaudiencia [el equivalente auditivo de la clarividencia] está asociada a una especie de voz interior cuyo tono no tiene nada que ver con la voz conocida de nuestro monólogo interno, y que además parece separada del pensamiento consciente. Los médiums y psíquicos [chapuceros en su mayoría] afirman oír esta voz interior que expresa nombres, música, frases y otras impresiones auditivas como silbidos, zumbidos y chasquidos. Las sesiones espiritistas victorianas comenzaban oficialmente cuando la médium experimentaba un largo y monónoto timbre agudo que presagiaba la proximidad de un espíritu con intenciones de comunicarse.
¿Alguna vez has escuchado pasos o gente hablando, pero no hay nadie cerca? ¿O sonidos, especialmente por la noche, que otros no pueden oír? Si el lector prefiere la explicación científica, se trata de emisiones otoacústicas espontáneas. Si, en cambio, elige la opción espiritista, podría tratase de un episodio de clariaudiencia.
Puede resultar aterrador escuchar voces, especialmente cuando estás solo. Los clariaudientes a menudo refieren tener dificultades para gestionar los entornos ruidosos y la contaminación acústica cotidiana de la vida moderna. Algunas personas incluso pueden confundir estas experiencias con un brote psicótico. Sin embargo, existe una distinción importante entre «escuchar cosas» que otros no pueden y un episodio psicótico. Esto último implica disociarse de la realidad y entrar de lleno en el reino de la fantasía, lo cual no ocurre con la clariaudiencia.
Para finalizar, digamos que estos silbidos paranormales suelen ocurrir en el ámbito del hogar, de noche, o bien cuando la casa está en silencio; y suele comenzar con una sensación de incomodidad física, como si no fueras bienvenido. El silbido propiamente dicho puede ser fuerte pero muy corto, tanto que incluso podrías dudar de que haya ocurrido en primer lugar. Pero también puede sonar como la misma nota pero en un patrón extraño, seguida de un descanso o intervalo de varios minutos, hasta que los silbidos se hacen más cortos. Esto suele escucharse como proveniente de varios lugares, como si la persona que los emitiera estuviese moviéndose. Cuando el silbido se detiene del todo, la sensación de incomodidad desaparecerá.
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