LOS TEXTOS QUE SACUDIERON LOS CIMIENTOS DEL CRISTIANISMO

 

En 1831, Robert Curzon, un noble inglés, abandonó Oxford sin completar sus estudios, simbolizando la inquietud de su época. Desencantado de Inglaterra, buscó consuelo en Egipto , cautivado por sus pirámides. Curzon no era sólo un admirador de las maravillas antiguas; era un devoto coleccionista de manuscritos, particularmente de textos bíblicos. Los primeros monasterios cristianos de Egipto se convirtieron en su centro de atención. El monasterio sirio , uno de los más antiguos de Egipto, se encontraba a 90 millas al oeste de El Cairo. En 1834, alcanzarlo fue una empresa formidable. El monasterio albergaba una colección de manuscritos valiosa pero descuidada. Curzon, viéndose a sí mismo como un caballero bíblico, se propuso rescatar estos textos.


De hecho, el monasterio se encontraba en una situación desesperada, sufriendo de pobreza. Los libros, incluso los manuscritos preciosos, se utilizaban para calentarse en ausencia de leña. El ingenio de Curzon lo llevó hasta un monje ciego, a quien atrajo con espíritus para que accediera a las profundas cámaras de la biblioteca. En esas bóvedas oscuras, descubrió un tesoro escondido de antiguos manuscritos bíblicos , algunos de los cuales databan del siglo IV d.C. Entre ellos se encontraban textos cristianos totalmente encuadernados y fragmentos del Evangelio en siríaco antiguo. Sorprendentemente, también descubrió los Hechos de Pedro y Pablo, un texto cristiano omitido en la Biblia de su época. Los descubrimientos de Robert Curzon se extendieron por toda Europa, despertando la curiosidad entre los estudiosos.


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